19 de septiembre de 2010

El poder apuesta a dominar con la tv

AMLO pide a jóvenes enfrentar la crisis de valores y seguridad
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Andrés Manuel López Obrador en el Centro Cultural Estación IndianillaFoto Yazmín Ortega Cortés
Roberto Garduño
Periódico La Jornada
Domingo 19 de septiembre de 2010, p. 9

La crisis económica, de valores y seguridad que empuja a la República por el derrotero de la decadencia se podrá enfrentar con la organización y movilización del pueblo, alentadas por la generosidad y la rebeldía de la juventud, sostuvo Andrés Manuel López Obrador.

El político tabasqueño se reunió con cientos de jóvenes estudiantes y trabajadores que le entregaron una propuesta de inclusión formal en el Movimiento Alternativo de Nación.

Convocados por la Red Nacional de Jóvenes con López Obrador –constituida en 2004 para sumarse al movimiento de respaldo contra el desafuero–, cientos de mujeres y hombres, gays, transgénero y lesbianas colocaron el tema de su participación activa en el movimiento nacional que encabeza el ex candidato presidencial.

En el Centro Cultural Estación Indianilla, durante casi una hora, el tabasqueño esbozó el panorama nacional en el que impera el dominio de un pequeño grupo de empresarios sobre el futuro del país.

Ha sido irresponsable la aplicación de la política neoliberal por una elite que olvidó la generación del empleo y no se preocupó por nuestro país. Nos saquean e impera la corrupción. Ahora no dominan con la fuerza bruta, no dominan con el Ejército, dominan con la televisión.

Recordó la transmisión de la ceremonia conmemorativa del inicio del movimiento de Independencia, el pasado 15 de septiembre. “Utilizaron el Zócalo como un set, lo que les importaba era pasar a cuadro. Están apostando a imponer al próximo presidente con la televisión.”

Los estudiantes y trabajadores que acudieron a la Estación Indianilla escuchaban atentos y respondieron con aplausos cuando López Obrador les dijo que la única forma de enfrentar la maquinación televisiva es “con trabajo; somos millones, tenemos la ventaja de que participamos en este movimiento muy conscientes. Es cosa de que nos organicemos y que emprendamos una gran campaña para convencer a más personas.

Nos vamos a enfrentar a grupos de intereses creados. No les va a gustar a los 400 empresarios más importantes pagar impuestos, pero si estamos organizados y decididos a democratizar la vida del país podemos hacerlo.

Recordó que quienes lo señalaron como un peligro para México son los mismos que aconsejaron al entonces candidato presidencial panista a ofrecer la imagen de presidente del empleo, son mercenarios de la publicidad, y ya ven lo que pasó.

Anunció que en las próximas semanas iniciarán una serie de foros en todo el país en los que podrá participar toda la sociedad, aportando ideas y proyectos para que el 20 de marzo del año próximo se den a conocer al país.

Al concluir el encuentro el ex candidato presidencial anunció que a partir de la semana próxima iniciará una gira de trabajo e informativa por el estado de México.

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A formar comités del movimiento por el cambio en preparatorias y universidades públicas, pide López Obrador a jóvenes

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México, Distrito Federal
Sábado 18 de septiembre de 2010



* También les solicita participar en los trabajos de enriquecimiento del Proyecto Alternativo de Nación 2012

*Reitera su compromiso de generar fuentes de empleo y espacios para todos los jóvenes en las escuelas públicas


Andrés Manuel López Obrador llamó a los jóvenes del país a erigirse como protagonistas del cambio, a través de la formación de comités del Gobierno Legítimo de México en escuelas preparatorias y universidades públicas, así como aportar ideas al Proyecto Alternativo de Nación.

También los convocó a participar en la jornada para convencer a más ciudadanos sobre la necesidad de una transformación de la vida pública de México y sus instituciones, “porque –aclaró— no se puede enfrentar a la mafia que domina en el país, si el pueblo no está organizado”.

Durante su participación en un encuentro nacional de de jóvenes de distintos centros de educación superior de nuestro territorio, que organizó la Red Nacional de Jóvenes con Andrés Manuel López Obrador, destacó la importancia de mantener la lucha hasta alcanzar una auténtica renovación de México.

Al subrayar que el cambio tendrá que darse de abajo hacia arriba, por considerar que no lo impulsarán ni el PRI ni el PAN, expresó que podrán concretarse los cambios que requiere el país, si cada mexicano que participa en el movimiento que encabeza logra convencer a cinco ciudadanos más.

Por ejemplo, explicó, con el respaldo del pueblo será posible que las 400 grandes empresas y bancos paguen impuestos e iniciar el proceso de democratización de los medios de comunicación.

Acompañado por jóvenes que plantearon de viva voz sus inquietudes, entre ellas el acceso a una fuente de empleo y una justa remuneración, así como garantizar el derecho a la alimentación y el impulso al deporte, manifestó que una oligarquía mantiene sometido al pueblo.

Luego preguntó: ¿Cómo domina el grupo de los 30 potentados? Mediante los medios de comunicación, en particular la televisión, porque son dueños de la mayoría de las televisoras, estaciones de radio y periódicos más influentes del país.

Es una especie de teledictadura, abundó, si se considera que el 80 por ciento de la población nacional se informa a través de la pantalla chica.

A manera de ejemplo, mencionó el caso de la transmisión de los festejos con motivo del Bicentenario de la Independencia Nacional. Al gobierno del presidente espurio Felipe Calderón no le interesó el número de asistentes al Zócalo capitalino, que sólo se utilizó como parte de la escenografía, pues el evento se difundió por medio de la televisión, estimó.
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De esta forma, cada vez se confirma la decisión del gobierno usurpador de dominar por medio de la televisión y de esa forma imponer al próximo presidente de México, agregó.

Al afirmar que sí se puede sacar adelante al país con la participación de millones de mujeres y de hombres libres y conscientes, López Obrador refrendó a los jóvenes su compromiso de generar fuentes de empleo y garantizar el acceso a la educación media superior y superior.

Y dejó en claro que gran parte de la ola de inseguridad y violencia tiene su origen en la cancelación de oportunidades de trabajo y de estudio para los jóvenes, así como en la crisis económica, política, social y de valores.

Desde hace tres décadas –recordó— se impuso un modelo económica que sólo favorece a un grupo, a una minoría rapaz, que no está dispuesta a perder privilegios y que está enferma de codicia, porque su interés se concentra en acumular más dinero.

Para este grupo opresor, el dinero es su verdadero dios, como decía Miguel Hidalgo y Costilla. Por ello el país ocupa el número 143 entre las 152 economías mundiales y el último sitio a nivel de América Latina, destacó al subrayar que México se convirtió en la primera entidad exportadora de mano de obra.

El presidente legítimo de los mexicanos también mencionó que durante la gestión salinista se modificó el artículo tercero constitucional para limitar la educación obligatoria y gratuita al nivel básico, es decir preescolar, primaria y secundaria.

En consecuencia, continuó, la educación media superior y superior quedó a merced del mercado, “con la idea de que solo estudiara aquel joven que tuviese dinero para pagar sus estudios”.

Por su parte, los jóvenes le informaron que México tiene un gravísimo rezago en materia educativa en sus niveles medio superior, superior y posgrado, que es fruto del rechazo en universidades públicas, so pretexto de la falta de espacios.
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Salvador Allende: el pasado no pasa


Escultura del artista chileno Carlos Altamirano; expuesta en la plaza de La Moneda; que representa los anteojos del depuesto presidente Salvador Allende

Marco Antonio Campos

El 4 de septiembre de 1970 y el 11 septiembre del 1973 están para siempre en la memoria soterrada o abierta de los chilenos: el día cuatro se cumplen cuarenta años de la victoria en las urnas de la Unidad Popular encabezada por Salvador Allende Gossens, y el día once, treinta y siete del cruento golpe militar y la muerte del presidente. No conozco mejor documental fílmico sobre el ex presidente chileno –sobrio, intenso, dramático– que el realizado por Patricio Guzmán, el cual se llama así, a secas, Salvador Allende, patrocinado por la Universidad de Guadalajara y cuatro instituciones europeas. Me gustaría en estas páginas hablar de él.

Hay algo, a veces una experiencia muy breve en el tiempo, conocimiento de personas o hechos vividos, que sellan para siempre. “El pasado no pasa”, repite Patricio Guzmán en varios momentos del documental. A él, que filmó al presidente y los rostros del pueblo durante los años de gobierno de la Unidad Popular (1970-1973), esos años no han dejado de perseguirlo. En entrevistas hechas a diversos actores de la época –amigos, políticos, hijas, militantes, opositores–, Allende marcó, para el entusiasmo fervoroso o el odio furibundo, a toda la sociedad chilena, pese al silencio que del que lo han querido rodear las clases altas y mucha de la clase media. “El pasado no pasa.” En Guzmán, como en muchos chilenos, Allende vive al cien por ciento; en otros menos, mucho menos o poco. “Salvador Allende marcó mi vida”, dice Guzmán. Significó para él la utopía por un mundo más justo y más libre. De mi parte diría que nada marcó más mi juventud que el ’68 mexicano y el proceso democrático chileno al socialismo, y ningún político latinoamericano despertó en mí tanto fervor y tanta admiración en la segunda mitad del siglo como Allende.


Salvador Allende en el Tren de la victoria, en la campaña presidencial de 1958

Desde el principio el documental adquiere raíces de tragedia shakesperiana. Las únicas pertenencias que quedaron de Allende y las cuales estaban en sus ropas el día del golpe –de entrada las muestra Guzmán– son la cartera, el reloj, el carnet del Partido Socialista, una pequeña bandera chilena, un guarda peines con sus iniciales (s. a. g.). Ningún lujo. En todos los museos chilenos sólo queda, aunque parezca increíble, un solo objeto de él: la mitad del armazón de sus anteojos con el cristal astillado y salpicado de sangre, recogido luego del bombardeo a La Moneda el 11 de septiembre. ¿Por qué quedó sólo eso? Ante todo, supongo, porque también la residencia del presidente de la calle Tomás Moro, con su esposa Hortensia dentro, aun sabiendo que Allende se encontraba en La Moneda, a las mismas horas la ametralló el ejército, y la casa la saquearon los soldados y… los vecinos. Basta recordar que Hortensia Bussi llegó al exilio mexicano apenas con lo mínimo.

Teniendo pródigos filones el documental, me detendré en unos pocos. El primero, son tres historias que, de no ser reales, parecerían argumentos para cuentos mágicos. Una, la del Mono González, líder de las brigadas muralistas o callejeras, quien con su equipo, desde los años de la Unidad Popular, tenían la consigna de llenar de graffiti sobre Allende todo el territorio. Su dialéctica era muy sencilla: “Si los medios de comunicación están en manos de la derecha, los muros de todo el país les pertenecen a Allende y al pueblo.” Clandestinamente, el Mono González siguió haciendo la tarea en los diecisiete años de la dictadura y la continuó después del regreso a la democracia. Otra, la de la pintora Emma Malig, muy apegada a la figura de Allende, que luego del golpe debió exiliarse. Emma le muestra a Patricio una pintura que representa el destierro: Chile no es un país sino pequeñas islas que cada uno inventa. Íntimamente acompaña a Emma desde entonces una carta que le respondió Allende cuando subió a la presidencia. La última historia es la de la madre de leche de Allende, Mamá Rosa, quien enterró el álbum donde están las fotografías que sacaron cuando el presidente la visitó en su casa en su cumpleaños noventa y dos, y su hija Anita lo desenterró dos décadas después, con muchas de las imágenes carcomidas o borradas a medias. Es una metáfora dramática: una familia protegió un instante único del pasado contra la depredación pinochetista que trataba de borrar todo vestigio relacionado con Allende.

Preferible un cínico que dice la verdad a un mentiroso que trata de decorarla. Son impresionantemente sinceras las contestaciones de Edward Korry, embajador estadunidense en Chile en esos años, a una periodista –me parece–estadunidense. Desde antes de que Allende subiera a la presidencia, desde cuando asesina un comando de la cia y de oficiales chilenos al general René Schneider, hasta el golpe de Estado el 11 de septiembre, la pareja Nixon-Kissinger utilizó todos los medios a su alcance para buscar la ingobernabilidad y la caída del gobierno de la Unidad Popular. Nixon odiaba rabiosamente a Allende y vociferaba dando puñetazos en la mesa –recuerda Korry– llamándolo “hijo de puta” y “bastardo”. No lo aceptaban, porque en esos años de la Guerra fría Allende era hostil a Estados Unidos por su proximidad a Fidel Castro, porque veían en su gobierno un “fidelismo sin Fidel” y temían un eje La Habana-Santiago y, claro, porque era –designaciones que tenían escaso sustento– “socialista, marxista y leninista”. ¿Era el “primer presidente marxista” elegido por el voto del pueblo? ¿Era leninista? Ni marxista ni leninista, apunta Pedro Vuskovic, un marxista que fue colaborador muy próximo a él: Allende no creía en principios básicos del marxismo y el leninismo como el partido único y la dictadura del proletariado. Allende, puntualiza Vuskovic, era “un hombre de la revolución francesa”, y creía plenamente en sus tres principios. No sólo Nixon y Kissinger: para la desestabilización y caída del gobierno de la Unidad Popular intervinieron significativamente las grandes corporaciones trasnacionales, en especial la itt (International Telephone and Telegraph) y las compañías mineras nacionalizadas, y dentro de Chile, la ultraderecha, organizando las huelgas patronales, los paramilitares de Patria y Libertad, con sus cientos de atentados, y al final, el abandono de la Democracia Cristiana, las divisiones significativamente drásticas de la izquierda, y desde luego, la traición de las fuerzas armadas. En particular, en junio, luego del primer intento de golpe de Estado, la izquierda se desunió y desorganizó, nadie oía a nadie y cada quien iba por su lado. Los más radicales exigían una mayor radicalización en las reformas, un enfrentamiento de clase más decidido contra la burguesía y armar al pueblo; algo impensable si se sabía del legalismo de Allende.

En el colmo del cinismo, cuando la periodista le pregunta sobre qué opina de la muerte de Allende, Edward Korry señala sonriente: “Uno sólo cosecha lo que ha sembrado.” Y añade que si bien era un hombre “extraordinariamente civilizado”, si no hubiera sido un admirador de los dioses del socialismo, habría aceptado las propuestas de Estados Unidos. En ese aspecto, Korry tampoco entendió el temple moral del presidente chileno; Allende jamás lo habría aceptado. Si bien, como el propio Allende decía de sí mismo en sus discursos finales, no tenía pasta de apóstol, ni de mesías, ni de mártir, había algo en su personalidad que lo llevaba a eso. Era un hombre de principios, no un traidor ni un pragmático.

Por eso, para finalizar me gustaría citar aquí a Volodia Teitelboim, ex presidente del Partido Comunista Chileno, quien le sintetiza a Guzmán que a Allende en Chile ha querido borrársele porque representa “un golpe a la conciencia”, y en eso ante todo, por representar y ser una lección ética para quienes no la tuvieron ni tienen ninguna.