Llovió de nuevo en mi milpa electrónica. Hay resistencia a participar en el funeral del socialismo al que convoqué hace un mes.
En una carta dirigida a El Correo Ilustrado, por ejemplo, Gabriel Vargas, director de Dialéctica, presentó razones para repensar el socialismo e invitó a participar en el debate que abrirá la revista al publicar el prólogo de Toward a New Socialism. El libro intenta unir diversos movimientos anticapitalistas en la formulación de un “nuevo socialismo”. La carta ilustra lúcidamente buena parte de los argumentos que llovieron en mi milpa.
“No se puede ceder ante el dictum del sistema en el sentido de que socialismo es igual a totalitarismo”, dice don Gabriel. “Hay unas sociedades que se autodenominaron ‘socialistas’, pero que en realidad eran unas burocracias corruptas… ¿Por qué tiene que identificarse el auténtico socialismo con su deformación?... Lo que hay que hacer es reivindicar la parte más noble y pura de los movimientos socialistas.”
Comparto en buena medida esta posición. No debe identificarse socialismo con totalitarismo. Aunque yo no reduciría las sociedades de los “socialismos reales” a las burocracias corruptas que traicionaron los ideales socialistas, lo que sería tirar el niño con el agua sucia de la bañera; es cierto que autodenominarse “socialista” no es certificado de legitimidad. No debe caracterizarse el socialismo con base en las experiencias que incluyeron la palabra en la definición de sí mismas, muchas de las cuales son su negación radical, desde la Francia de Mitterrand hasta el nacional-socialismo de Hitler. Sería absurdo abandonar el término por su uso equívoco.
El problema no está ahí, sino en la línea de pensamiento que exige referirse al “auténtico” socialismo, para contrastarlo con su “deformación”, y apelar a “la parte más noble y pura de los movimientos socialistas”… para reivindicar el socialismo. Se desata así un debate interminable que resulta cada vez más estéril.
La lucha contra el capitalismo incluye la reflexión sobre la “nueva sociedad”. Para contribuir a esa discusión, incluyo ahora una larga cita de un ensayo de Harry Cleaver que ha estado circulando como panfleto en Oaxaca.
Al referirse a movimientos actuales por un “socialismo democrático”, Cleaver sostiene lo siguiente:
“Debo admitir cierta simpatía con este intento de conservar un término que ha estado asociado con las mejores aspiraciones y sacrificios de tanta gente. Por otra parte, también me inquieta. No solamente el propio término ‘socialismo’ ha llegado a tener un significado oprobioso para millones que se han rebelado contra él, sino que, como resultado de una larga historia de represión política y explotación económica en regímenes que se han autotitulado socialistas, es realmente difícil ver cómo el término puede ser ahora aceptado como si designara solamente lo mejor de los ideales y prácticas que han estado asociados con él.”
Más allá de este problema, agrega Cleaver, “tengo aún otra dificultad con la demanda continuada de ‘socialismo’ como una alternativa al orden existente. No con éste o aquel uso, sino con cualquier uso”.
Tras ofrecer muy sólidos argumentos teóricos e históricos, concluye “que el uso continuado del término ‘socialismo’… porta una carga histórica ineludible de concepción errónea y de error. No es sólo que la historia del socialismo realmente existente no logró aportar una alternativa real al desarrollo capitalista… sino que la historia del pensamiento socialista está permeada por problemas conceptuales fundamentales. Ciertamente creo que es razonable tratar de separar los elementos e intuiciones del pensamiento socialista anterior (incluyendo el pensamiento utópico) que parezca valioso conservar, de los elementos más objetables con los que han estado entretejidos –no solamente para preservar la memoria y las ideas de quienes lucharon por un mundo mejor, sino también por la persistente popularidad de muchas de esas ideas, que expresan esperanzas y deseos reales de mucha gente. Por otra parte, me parece que podemos evitar gran parte de la dificultad conceptual y comunicativa si dejamos de utilizar los términos ‘socialismo’ y ‘desarrollo socialista’ como abreviaturas de lo que queremos. Mejor dejamos estos términos de lado e intentamos concebir, y luego quizás enunciar, sin jerga ni lemas publicitarios cargados históricamente, cuáles son en concreto las características del mundo poscapitalista por el que queremos luchar.”
Creo que la apuesta socialista implica jugar con dados cargados… para perder. Es necesario examinar con rigor los problemas que están en la propia teoría socialista, no sólo en su práctica. Lejos de cerrarlo, abro así otros aspectos de un debate que me parece central en circunstancias como las actuales, que exigen honestidad intelectual y claridad teórica tanto como compromiso político y sentido de la realidad. Exigen sobre todo coraje, un inmenso coraje, el coraje capaz de traducir toda rabia en valor