Este gobierno y el anterior han tenido altos ingresos por el alza de precios del crudo
Falso, que a Pemex le falte dinero: AMLO
Con la renta petrolera bien manejada se podría convertir a México en potencia, afirma
La Jornada
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López Obrador ayer en Atlacomulco Foto: La Jornada
Atlacomulco, Méx., 1º de febrero. Andrés Manuel López Obrador señaló que quienes pretenden privatizar la industria petrolera ni siquiera han sido capaces de dar la cara y decir en qué consiste su reforma.
Están insinuando a través de los medios de comunicación que a Pemex le hace falta dinero, pero eso es una gran mentira, porque México ha recibido recursos excedentes por los altos precios del crudo, subrayó.
El tabasqueño continuó hoy con su gira por el estado de México, en la que recorrió municipios priístas y perredistas con alta presencia de población mazahua, la cual se hizo evidente en los mítines que encabezó.
A lo largo de su recorrido, que guarda similitudes con su campaña presidencial de 2006, pues lo mismo saluda a todo el que se le acerca que firma autógrafos y posa para la fotografía, el ex candidato estuvo acompañado por diputados y dirigentes locales del PRD, como Higinio Martínez y Ricardo Moreno, y del Partido del Trabajo, como Joaquín Vela.
El primer punto de su gira fue Atlacomulco, la tierra de Isidro Fabela y del controvertido Carlos Hank González, en donde resaltó que Vicente Fox recibió recursos extraordinarios por el alto precio del crudo por cerca de 330 mil millones de dólares, mientras que el usurpador Felipe Calderón ha obtenido en un año dos meses 100 mil millones de pesos. Así es que no falta dinero para Pemex. Eso es una mentira, puntualizó.
Andrés Manuel López Obrador refirió que en el fondo de tales planteamientos lo que existe es la ambición de quedarse con el petróleo y con el negocio que representa su extracción y venta.
De igual manera consideró una mentira el señalamiento de los panistas en torno a que México no tiene tecnología para explorar en aguas profundas y por tanto necesita capital privado y extranjero para poder hacerlo. Afirmó que el crudo se encuentra a unos 300 metros de profundidad, y en todo caso si no existiera tecnología, se puede contratar, sin que se tenga que entregar el energético a particulares y extranjeros.
Resaltó la importancia de que el país continúe percibiendo la renta petrolera, pues bien manejada, con ella se puede industrializar la nación, generar más empleo e incluso convertir a México en potencia.
En los seis mítines que encabezó este día, llamó a la población a defender los energéticos y advirtió que si es necesario, “vamos a parar el país”.
Como parte de su discurso, invitó a los asistentes a participar en la asamblea nacional que se efectuará en el Zócalo capitalino el próximo 18 de marzo, cuando se conmemora el 70 aniversario de la nacionalización del petróleo. Recordó que el promotor de tal medida fue el general Lázaro Cárdenas, mientras Porfirio Díaz abrió el sector a la iniciativa privada extranjera, como hoy se pretende hacer.
En esa reunión “reafirmaremos que no permitiremos que se entregue el petróleo”, puntualizó.
López Obrador recorrió este día los municipios de Atlacomulco, San Felipe del Progreso, El Oro, Temascalcingo, Acambay y Aculco, con los que llegó a la cifra de mil 204 ayuntamientos visitados. Estimó que a finales de año habrá recorrido cerca de 2 mil 500.
En sus discursos de este día también se refirió a la manifestación que realizaron ayer campesinos y trabajadores en contra del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y resaltó que desde la campaña, Calderón manifestó su oposición a la renegociación del acuerdo y ahora permitió la entrada en vigor del capítulo agropecuario, el cual afectará más al campo mexicano. “Ello porque al panista no le importa el país. Es un empleadillo de los potentados”, enfatizó, para enseguida referir que se ha dedicado a aplicar la agenda del Fondo Monetario Internacional (FMI), uno de cuyos puntos era la reforma al sistema de seguridad social.
¿Hay que renegociar el TLCAN?
Ante la total apertura del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), hay un clamor de renegociar el capítulo agropecuario, por el impacto negativo que ha tenido en el campo. El gobierno se niega. Se perderían, dice, los beneficios logrados. El problema es que el gobierno mismo ha violado los términos del tratado en perjuicio de los productores mexicanos. No los ha apoyado, y los ha expuesto prematuramente a una competencia ruinosa (autorizando, por ejemplo, la importación de granos por encima de las cuotas acordadas y casi sin impuestos).
El deterioro del campo tradicional viene de lejos. La tecnocracia lo acusa de improductivo e incompetente. Quienes conocemos la realidad sabemos que no es así. Con recursos escasos y condiciones adversas, el campo lograba maravillas de eficiencia, aunque la pobreza aumentaba. ¿Cómo se entiende esta paradoja? Con una comparación: la economía de los campesinos e indígenas era como un barril al que echaban agua con su trabajo. Pero al barril le habían hecho muchos agujeros. Por más agua que echaran, siempre estaba vacío. Ejemplos de agujeros: los intermediarios voraces de insumos y productos; crédito caro e ineficiente; saqueo de recursos naturales; caciques, funcionarios corruptos, líderes charros; altos costos de servicios; bienes de consumo caros. Los programas de apoyo al campo resultan mangueras que echan agua al barril… sin haber tapado los agujeros. Los campesinos e indígenas lograban subsistir y producir en un medio muy adverso. Sin embargo, el diagnóstico tecnocrático acabó por desahuciarlos: los decretó no viables en el esquema neoliberal. Se eliminaron programas de apoyo, se promovió la venta y privatización de la tierra, y el éxodo rural de millones, supuestamente para así lograr eficiencia y competitividad.
En este contexto se firmó el TLCAN y se inició su manejo perjudicial. Y, ante las políticas públicas tan adversas, la mayoría de los barriles acabaron por tronarse. Tal parece que el gobierno hubiera elaborado un plan maestro… para destruir el campo, y lo ha ido logrando. La capacidad productiva se colapsó, fue ya imposible subsistir en comunidades rurales; se rompió su tejido social; se agravó el hambre y la pobreza-miseria extrema; se aceleró la migración masiva hacia el norte: no son masas que persigan el sueño americano, sino que huyen de “la pesadilla mexicana”, aun arriesgando la vida.
La migración masiva parecía positiva como válvula de escape ante el desempleo y la supuesta falta de recursos públicos. Llovieron las divisas con las remesas. La menor producción de maíz en sectores tradicionales “ineficientes” se suplió cómodamente importando el grano y produciéndolo en enclaves “modernos”. Pero las cosas han tomado otro rumbo. La posible recesión en Estados Unidos va a provocar desempleo y mayores agresiones xenófobas contra los migrantes. Las remesas se van a reducir. De este lado, las condiciones del empleo son tan precarias que no se podría acomodar a un número importante de mexicanos que quisieran regresar, o fueran expulsados.
Con las políticas públicas anticampesinas, se ve difícil que el gobierno quiera renegociar el TLCAN. Sin embargo, el mismo tratado ofrece una respuesta. Está estipulada una salvaguarda conocida como “cláusula de escape”: si se provoca una competencia ruinosa tal que algún sector productivo pudiera sufrir un daño irreversible, es posible aplicar esa previsión del tratado (párrafo 3 del artículo 301). No se requiere renegociar para evitar la total destrucción del campo; más bien, hay que aplicar la “cláusula de escape” y cambiar drásticamente las políticas públicas.
Pero el gobierno mexicano –sobre todo la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación– da la impresión de no estar muy preocupado por la situación del campo. Aduce cifras de producción agregadas para demostrar que la realidad es mejor que nunca. Tampoco parece preocuparle la posible inquietud social, pues considera poder manejarla. Sin embargo, llevamos muchos años de apelar al dicho: “Reata, no te revientes, que es el último jalón”… cuando los jalones han seguido y siguen. Se han sembrado demasiados vientos, y puede estar cerca la cosecha. Es tiempo de tomar en serio que “sin maíz [campesino] no hay país, y sin frijol tampoco”. Más profundamente, es una verdad incontrovertible que sin campesinos, sin indígenas, México dejaría de ser México. Por ello hay que seguir luchando.
La agresión hacia el campo no tiene precedentes. Se puede hablar de un auténtico genocidio de la población rural –sin necesidad de balas–, con el correlativo ecocidio medioambiental. La historia juzgará a Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y Vicente Fox como los responsables. Para Felipe Calderón y su gabinete aún es tiempo de acatar el clamor social, aplicar la “cláusula de escape”, e iniciar la reconstrucción del campo en serio. De otro modo, tendrán que cargar también con el calificativo histórico de genocidas.
* Doctor en sociología por la Universidad de Harvard, colaboró durante 30 años con comunidades campesinas e indígenas
Vender Pemex
¿Traición a la patria o suicidio político?
La pierna de Zavaleta: el Poder Leg...
Calderón-Mouriño, una pareja sin coartada
Ampliar la imagen Un manifestante disfrazado de zopilote carga un falso barril de Pemex en la concentración contra el TLCAN del 31 de enero en el Zócalo capitalino Foto: José Carlo González
Viajo por la ciudad en motocicleta y entre los destellos que emiten las bardas, los coches, las casas, las plantas –células multicolores que vibran a mi paso–, leo las cabezas de los periódicos: “Ruth sepulta a AMLO”–“Buscapleitos de taberna”–“AMLO, misógino”–“Creí que era estadista”, y mientras tanto, en los audífonos de mi Ipod aumenta la gritería de los loros radiales que repiten el mismo discurso en todas las estaciones, aunque sólo capto palabras inconexas: “Mouriño”–“la pierna”–“mi función como presidenta”–“López Obrador”–“políticamente hablando”–“es igualito a Chávez”–“Zavaleta representa al Poder Leg…”.
Una gigantesca manifestación campesina demanda, en Reforma, la caída del secretario de Agricultura, pero las hordas electrónicas de la derecha golpista izan como bandera la pierna de Ruth Zavaleta para declamar de nuevo su aborrecimiento a López Obrador. ¿A qué viene tanto encono? ¿A qué, el afán de volver a quemarlo en leña verde, como lo intentaron en 2006, a raíz del célebre “cállate, chachalaca”? ¿Será porque en este caso chachalaca y Zavaleta son sinónimos de traición a las aspiraciones democráticas de los electores? ¿O porque Andrés Manuel continúa organizando al pueblo, cada día con más éxito, para impedir la privatización de Pemex?
Hay argumentos muy sólidos para creer que la verdadera razón de ser de este nuevo escándalo –otra simple cortina de ruido, a falta de humo– es en realidad muy otra. Hace dos semanas, la pareja presidencial que integran Felipe Calderón y Juan Camilo Mouriño tenía todo listo para consumar la privatización de Pemex: estaban hechos todos los amarres necesarios con el PAN (para eso pusieron allí a Germán Martínez), con el PRI (para eso la Corte exoneró al góber precioso e, implícitamente, a los amigos de Succar Kuri en Yucatán, Veracruz y Quintana Roo, léase Emilio Gamboa y Miguel Angel Yunes, entre otros).
Asimismo, había hablado lo pertinente con los Chuchos del PRD (en especial con Jesús Ortega, Víctor Hugo Círigo y Ruth Zavaleta), e incluso con uno de los hombres más cercanos a López Obrador (o sea, con Manuel Camacho, que iba a ser designado como nuevo coordinador del Frente Amplio Progresista, en sustitución de Ortega, pero tuvo a bien reunirse cinco horas en privado con Mouriño y… perdió el nombramiento, que al final recaería en Porfirio Muñoz Ledo).
Hasta allí, todo iba de lo más bien. No por nada, al oír los primeros truenos producidos por los negros nubarrones que flotan sobre las finanzas de Estados Unidos, Calderón quiso agarrarle la pierna –políticamente hablando, claro– a todo el país, para comunicarle la excitación que le causaban de antemano los contratiempos que sufriríamos debido a la inminente crisis económica de nuestros vecinos del norte. Era obvio que necesitaba restarle importancia a tamaño contratiempo para que éste no entorpeciera la venta de Pemex. Era, en otras palabras, una carrera contra el reloj. Había que cerrar la operación antes de que estallara el cuete. Ya después lo demás sería lo de menos.
Sin embargo, hace sólo unos días, el gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, aseguró que la crisis estadunidense tendrá muy serias consecuencias para México, y subrayó que esto es algo imposible de soslayar. Por su parte, el mismísimo secretario de Hacienda, Agustín Carstens, en un gesto realmente insólito, declaró que nuestro país, “por fortuna”, está preparado para resistir los efectos de la desaceleración económica de Estados Unidos “gracias a los ingresos de Pemex”. ¿Qué habrá sucedido en la trastienda de Los Pinos, como para que esos personajes dijeran lo que leímos? Quién sabe. Lo cierto, en todo caso, es que poco después, las columnas de chismes políticos filtraron que Calderón había regañado a los miembros de su gabinete, a los que exhortó a “dar la cara”.
Para comprender la dimensión de los pronunciamientos de Carstens y Ortiz debemos preguntarnos qué es lo que está ocurriendo en Estados Unidos. La explicación más rudimentaria señala que gracias a una serie de factores que sería inoportuno mencionar aquí, millones de estadunidenses han perdido la capacidad de pagar la hipoteca de su casa. Esto se ha traducido en una reducción del capital financiero del país más poderoso del orbe y en un decrecimiento de la industria de la construcción. Allí aparece una primera consecuencia directa para México: si se construyen menos viviendas, los albañiles mexicanos que viven allá trabajarán menos, ganarán menos y mandarán muchos menos dólares para acá.
Eso no es poca cosa si recordamos que nuestra economía recibe de los braceros un volumen de divisas similar al que capta por la venta de petróleo en el exterior. Pero además, al achicarse la economía estadunidense en su conjunto, ese gran mercado –al que México destina 90 por ciento de sus exportaciones– dejará de comprarle a incontables empresarios de este lado, lo que a su vez generará mayor desempleo, mayor empobrecimiento, mayor injusticia y mayor inconformidad social.
Imaginenos el futuro inmediato que Calderón trató de ocultar con sus absurdas declaraciones: México obtendrá mucho menos divisas de los braceros, de los empresarios exportadores, de los comerciantes fronterizos, de los pagadores de impuestos y de los turistas del norte, pero a su vez los estadunidenses expulsarán a más ilegales y controlarán aun más el flujo de migrantes. ¿Qué nos queda entonces, como bien dijo Carstens? Pemex: una empresa que trabaja con números negros, es del todo rentable, constituye la principal fuente de ingresos del país y posee reservas de hidrocarburos por lo menos para los próximos 60 años. ¿En que nos beneficiaría deshacernos de ella?
Ante semejante panorama, Calderón se ha quedado sin coartadas para justificar la entrega de Pemex a Bush, a Repsol y a la familia Mouriño, sin que hacerlo parezca, además de una traición a la patria, un suicidio político. ¿Cómo permanecería al frente del gobierno, con su ilegitimidad y su palpable ineptitud a cuestas, después de privar a los mexicanos de la única empresa que puede mantener al país a flote en una situación internacional tan oscura y tan adversa? ¿Sería acaso tan pequeño, tan mezquino, y sobre todo tan irresponsable, como para consumar el despojo, instalar el caos e irse al exilio, si no tiene más remedio, a gozar pese a todo de la jugosísima recompensa que sin duda le tienen prometida?
¿Estará resuelto a llevar a cabo sus planes, “duélale a quien le duela”, como tanto le gusta decir? ¿Lo verán tan decidido en Wall Street y Washington, que por eso le pidieron a Carstens que saliera a enfriarle los ánimos, a posponer las cosas un poco, por lo menos hasta que pasen, a finales de este año, tanto la recesión como las elecciones en Estados Unidos?
Mientras lo averiguamos, y si no tienen ustedes nada mejor que hacer esta noche, ¿por qué no se dan la vuelta por El Vicio, antes El Hábito (Madrid 13, Coyoacán), donde a partir de las 22:30 las Reinas Chulas rendirán un sentido homenaje al ilustrísimo pederasta, fundador de los Legionarios de Cristo, guía espiritual de Vicente Fox, Marta Sahagún y el osito Bimbo, el recién fallecido, el jueves, Marcial Maciel? En el espectáculo sobre la Santa Madre Iglesia, que estrenaron en diciembre, aparecen Onésimo, Norberto, Prigione e incluso el padre Amaro, tal como años atrás lo interpretara Gael García. Y en ciertos momentos el público se ríe de verdad.