27 de diciembre de 2010

Ámbito laboral: realidad desoladora



En un informe elaborado por el Centro de Reflexión y Acción Laboral (Cereal) sobre la realidad del trabajo en nuestro país, se hace mención del fracaso de los programas gubernamentales para incentivar el empleo; se señala que este año el desempleo creció de forma exponencial, que la economía informal se ha incrementado y que los derechos de los trabajadores se han visto violentados, además, se indica que casi 65 por ciento de la población económicamente activa (PEA) no tiene acceso a la seguridad social.

Un elemento de contexto ineludible de estos señalamientos, que constituyen un diagnóstico devastador del ámbito laboral en México, es la inconsistencia en los datos oficiales en esa materia: por un lado, el titular del Ejecutivo federal se congratuló ayer de que la cifra de desocupación en el país se ubica apenas en alrededor de 5 por ciento, a pesar del incremento de los mexicanos en edad de trabajar, y celebró la creación de 962 mil nuevas plazas laborales este año, la cifra más alta en la historia; por el otro, el Instituto Nacional de Geografía y Estadística ha venido informando en días recientes sobre un repunte del desempleo en noviembre (5.28 por ciento de la PEA), y un incremento de 65 por ciento en la tasa de desocupación desde que Felipe Calderón asumió el cargo, hace cuatro años, y de más de 300 por ciento desde que el PAN llegó a la Presidencia. Lo anterior hace inevitable inferir que el gobierno federal se encuentra más centrado en maquillar la realidad que en transformarla, y que para ello se vale de la lectura a modo de los indicadores económicos.

Pero, aun dando por buenas las cifras oficiales, la realidad del país en materia laboral dista mucho de ser satisfactoria, si se le coteja con los preceptos constitucionales al trabajo digno y el salario remunerador. El grueso de la población vive un ensanchamiento de la informalidad y un deterioro generalizado de las condiciones laborales al amparo de la denominada flexibilización, que no es sino una estrategia de desprotección de los trabajadores. Otro tanto ocurre con los salarios: luego de dos décadas de una política deliberada de contención, hoy las remuneraciones de los estratos medios y bajos resultan insuficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos, como lo consagra el artículo 123 de la Constitución.

Algunos datos reveladores al respecto son proporcionados por un estudio del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia, según el cual, como resultado de la crisis económica –cuyos efectos se agravaron y acentuaron en el país debido a la complacencia de las autoridades y a su renuencia a adoptar medidas para contrarrestarlos–, 28 por ciento de los hogares ha tenido dificultades económicas para enviar a sus niños al médico; 27 por ciento para enviar a sus hijos a la escuela, y 44 por ciento, para comprar artículos escolares, libros y uniformes.

La falta de empleo suficiente y de calidad, así como de salarios remuneradores, son indicadores lo bastante contundentes para afirmar que la realidad laboral en el país es mucho más desoladora de lo que dibujan las cifras oficiales. Pero a esto ha de añadirse la persistencia de agresiones oficiales contra la libertad de asociación y la vida interna de los gremios; el empleo de mecanismos administrativos como instrumento de golpeteo político –caso de la denominada “toma de nota–, y el refrendo de las alianzas entre el gobierno y las expresiones más arcaicas y antidemocráticas del sindicalismo.

A contrapelo de los datos y los dichos oficiales, en el año que concluye no se han producido mejoras sustanciales en materia laboral; por el contrario, la pérdida de puestos de trabajo, la ofensiva contra el poder adquisitivo de los trabajadores y el agravio a los derechos laborales básicos configuran una situación de riesgo que no es solamente económica, sino también política y social.

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Busca construir el próximo año una red ciudadana de comités

Reanudará López Obrador gira por el Edomex en 2011

Pendiente su visita a Guerrero en apoyo de candidato a gobernador















Alma E. Muñoz

Andrés Manuel López Obrador iniciará el próximo año la segunda etapa de su gira por el estado de México y posteriormente continuará con las reuniones de evaluación de los comités de representantes del movimiento nacional que él encabeza.

El tabasqueño pretende construir una red ciudadana de comités en las 65 mil secciones electorales del país y articular a 4 millones de protagonistas del cambio para sumar voluntades y movilizar al pueblo.

Para el segundo semestre de 2011 plantea repetir otro recorrido por las principales capitales y ciudades de la República.

Está pendiente, en enero, que el ex jefe de Gobierno capitalino visite Guerrero, para brindar apoyo al candidato a gobernador de la coalición Guerrero nos Une, Ángel Aguirre, si éste tiene un proceder recto y firma 10 compromisos básicos de gobierno, entre ellos el rechazo a la construcción de la presa La Parota.

En el último número del año del diario Regeneración –editado por el gobierno legítimo– se explica que “la contienda presidencial (de 2012) es la gran oportunidad para que la sociedad recupere las instituciones secuestradas por la mafia político-mediática-empresarial. El descontento de la mayoría del pueblo puede convertirse en un movimiento democrático que derrote en las urnas a los mafiosos que se adueñaron del país.

“La ciudadanía consciente, progresista y patriótica debe prepararse para participar en los comicios, vigilarlos, ganarlos y defender su triunfo. Los ciudadanos deben movilizarse y organizarse para exigir la realización de un proceso electoral equitativo, limpio y transparente.

Las y los ciudadanos libres y comprometidos con México nos estamos organizando en comités para hacer sentir la fuerza y lograr la transformación del país, ya sea ganando la Presidencia de la República, ya sea frenando cualquier intentona autoritaria.

Foto
Andrés Manuel López Obrador difunde planesFoto Carlos Ramos Mamahua

En una entrevista reciente, López Obrador explicó que ya cuentan con comités ciudadanos en todo el país y ahora estamos creando comités municipales con mujeres y hombres conscientes de que es necesario un verdadero cambio.

Dijo que ya suman alrededor de 15 mil, y la meta es llegar a 65 mil en pueblos, rancherías, ejidos, comunidades, barrios y colonias.

La organización ciudadana empieza con un coordinador para cada estado, luego uno para cada distrito electoral federal, después los comités municipales, que se integran por siete, nueve, 11-15 integrantes, quienes se reúnen periódicamente y tienen entre sus tareas construir comités territoriales. Participan, explicó, unos 55 mil ciudadanos. Es decir, cinco por comité, en promedio.

Éstos a su vez se encargan de sumar a más protagonistas del cambio. El propósito es contar con 4 millones, y si cada uno suma a cinco, estamos hablando de 20 millones de ciudadanos. Con este número realizaremos la transformación del país, señaló.

López Obrador regresará al estado de México para continuar con la segunda etapa de la llamada Gira por la lealtad, que busca echar abajo la intención de la dirigencia nacional del PRD de construir una alianza con el PAN para las elecciones de gobernador de julio próximo.

Irá acompañado por la senadora Yeidckol Polevnsky, a quien impulsaría el movimiento nacional lopezobradorista como abanderada al gobierno de esa entidad.

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Rebeldías
Gustavo Esteva

La APPO en resistencia, por Latuff, 2006
La APPO, la gloriosa APPO, la Comuna de Oaxaca, el experimento radical brutalmente reprimido el 25 de noviembre de 2006, parece ser hoy una mera bandera deshilachada que grupos de todos los colores arrastran ocasionalmente por las calles de Oaxaca y provocan indiferencia o rechazo.

¿Queda algo del experimento? Es un hecho que ahuyentó el turismo y contribuyó a agravar la situación económica. El movimiento dejó una sociedad intensamente polarizada –con bandos que se perciben como enemigos y lo demuestran a menudo a balazos. Y a esto debe agregarse el desencanto de muchos tanto los que dejaron las filas del movimiento al sentirse traicionados por quienes se apoderaron de sus mecanismos de coordinación para llevar agua a sus molinos ideológicos y políticos, como aquellos que se dieron por vencidos: aparentemente, de nada sirvió el rechazo espectacular contra un régimen económico y político y quien lo encarnaba. Como consecuencia, algunos se fueron a engrosar algún intento de emprender la que todavía se llama vía armada y otros convirtieron su desencanto en cinismo y apatía.

¿Es eso todo? Desastre económico y social, rabia, frustración, desencanto, ¿es éste el saldo? La pregunta se ha repetido en el país y en el mundo en los años recientes. ¿Se ha agotado la calle? 30 millones de personas fueron incapaces de impedir la insensata guerra contra Irak. Los trabajadores franceses o los italianos no han podido evitar o siquiera reducir las atrocidades de Sarkozy y Berlusconi. La más impresionante movilización pública de los indocumentados en Estados Unidos, una de las más grandes en la historia del país, no hizo sino agravar su situación. Así ocurre también en Grecia, cuando millones de personas padecen el agresivo ajuste estructural que se impuso al país para salvar a los bancos europeos y sus movilizaciones no logran detenerlo.

Merece reflexión cuidadosa el hecho de que los gobiernos parecen haber encontrado fórmulas de inmunidad ante la movilización en las calles. Muchos analistas, por ejemplo, se apresuraron a señalar que la movilización de los trabajadores franceses contra la reforma de las pensiones marcaría una gran derrota de la dictadura financiera. Tuvieron que tragarse sus palabras. Como nos tragamos las nuestras cuantos consideramos imposible que las clases políticas de México sostuvieran a Ulises Ruiz hasta el último día de su mandato, a pesar de sus crímenes evidentes y de su manifiesta incapacidad de gobernar a ciudadanos que lo rechazaron de forma tan general y contundente.

Policías se enfrentan a manifestantes en Oaxaca el fin de semana




Antes que analizar ese aspecto necesitamos tomar en cuenta que lo de Oaxaca fue más que la calle. Se trató de un experimento radical muy hondo, para escapar a la falsa disyuntiva que parece confinarnos a escoger entre una vía armada que la mayoría de la gente rechaza y parece condenada al fracaso, y una vía electoral cada vez más ilusoria: quienes se aferran a ella contra toda experiencia y a pesar de la decadencia evidente de partidos e instituciones resultan atrapados en un empeño reaccionario de cambiarlo todo para que nada cambie –reduciendo la lucha a una mera sustitución de dirigentes que prometen proyectos alternativos de país.

Para explicar la necesidad de las organizaciones dirigentes, Trotsky empleó alguna vez una metáfora mecánica: consideraba que sin ellas la energía de las masas se disiparía, como se disipa el vapor no contenido en una caldera, aunque subrayó que los movimientos sociales no son impulsados por la caldera o el pistón, sino por el vapor. Al comentar estas ideas en 2007, en torno a los acontecimientos de Oaxaca, Adolfo Gilly consideró que esa materia real, inasible e indefinible que Trotsky llama energía de las masas y compara con el vapor tiene sentido, entendimiento y razón y por eso no se disipa, como el vapor, sino que perdura transmutada en experiencia, invisible para quien cree que el movimiento reside en el pistón y la caldera (es decir, en los aparatos organizativos), pero presente en aspectos posteriores inesperados de la vida cotidiana.



Oaxaca se mantiene a todo vapor y así ilustra de nuevo lo que parece estar ocurriendo en el mundo entero. En medio del desastre, cuando todo lo que es sólido se desvanece en el aire (por retomar la frase clásica), cuando gobernantes e instituciones muestran su incapacidad de enfrentar los desafíos actuales, hasta los más urgentes, la esperanza se nutre con las rebeldías que surgen en todas partes. La principal de ellas es la insurrección de las imaginaciones reprimidas que desgarra continuamente las prisiones del pensamiento constituido y se atreve a inventar los nuevos caminos. Se encuentra ahí la fuerza que permitirá esperar con entusiasmo el nuevo año.

El Fisgón

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Asesinatos

León Bendesky












El asesinato como un acto concreto y con distintos significados personales y colectivos ha sido motivo de atención de quienes forman los aparatos de los sistemas policiacos y judiciales; de médicos, sicólogos, de filósofos y otros pensadores. También ha mantenido la atención de reporteros, novelistas y ensayistas ilustres.

De Quincey escribió sobre el asesinato como una de las bellas artes; Orwell describió lo que desde el punto de vista de un periódico inglés podía ser concebido como el asesinato perfecto; Chandler trató acerca del simple arte de matar. Buena parte de la literatura, y parte buena por cierto, es del género negro en donde el asesinato es un hecho clave.

El asesinato es una huella que se mantiene fresca en la existencia cotidiana y en el curso de la historia de los pueblos y de las naciones. Tiene unas motivaciones de índole privada a veces y, otras, es de esencia política o del ámbito genérico del poder. Puede realizarse de manera individual, en serie, o de forma colectiva y hasta industrial, como muestra claramente la experiencia antigua y la reciente también.

Todo esto se constata prácticamente desde que se tiene algún registro y no hay por qué pensar que no seguirá siendo así. Tal vez, cualquier forma de civilización solo pueda ser concebida porque existen estas otras maneras perversas de la coexistencia.

En México padecemos hoy de una gran ola de asesinatos que suman más de 30 mil solo en lo que va en los cuatro años del gobierno actual, según las propias autoridades de procuración de la justicia. Es como un tipo de epidemia y de orígenes diversos; dos de ellos sobresalen: las muertes de mujeres en Ciudad Juárez y las vinculadas con el narcotráfico.

Hay quienes sostienen que este abultado número de asesinatos tiene que ponerse en perspectiva ya que, por ejemplo, en Brasil ocurren más muertes asociadas con la violencia. Este argumento es poco convincente y cuando menos sabemos según el refrán que mal de muchos, consuelo de tontos.

Algo ocurre en la sociedad mexicana y algo grave que ha llevado recientemente el asesinato a una dimensión que convendría no perder de vista en aras de comparaciones que pueden ser espurias y de interpretaciones que tienen un propósito político implícito.

No se trata ya de asuntos como la excelente trama del Ensayo de un crimen que ocurre en un barrio como la colonia Roma; tampoco tiene que ver con la pasión desatada por Goyo Cárdenas, el estrangulador de Tacuba o con el sonado caso del asesinato cometido por un joven en contra de sus propios abuelos en la exclusiva zona de las Lomas de Chapultepec. Este tipo de asesinatos se han documentado por todo el país de manera continua y no de modo poco cruento en los diarios de las ciudades y sobre todo en aquel famoso Alarma!

Comparado con los asesinatos que ahora ocurren, esos casos parecen de una esencia distinta, tanto por sus motivaciones como por sus métodos. Los asesinatos del llamado crimen organizado se documentan a diario y prácticamente nadie ignora su existencia, pocos desconocen algunos de sus métodos y nadie puede ignorar la marca que los define o la estela que dejan.

Pero el registro que se hace de estos delitos no se integra en la concepción de lo que significan para la supervivencia de alguna forma sostenible y decente de existencia colectiva y de organización social en torno del Estado. Este está vapuleado por su incapacidad de someter la violencia desatada e imponer la seguridad en el marco de la ley y los derechos ciudadanos.

En Juárez, los asesinatos que durante años se han perpetrado en contra de mujeres ha calado en la conciencia colectiva, pero todavía no modo decisivo como para convertirse en una cuestión central de la relación de la sociedad con su gobierno en torno de la inseguridad pública, la falta de las responsabilidades adquiridas, de la rendición de cuentas y la forma fallida en que se administra la justicia.

El de Juárez es un asunto que pone en perspectiva el tema de Larsson, según el título en castellano del primer libro de su trilogía: Los hombres que no amaban a las mujeres. Aquí ya no se trata de desamor, sino de algo mucho más profundo y grave, cuyo sustrato y significado no se puede seguir eludiendo.

Y menos aun puede eludirse luego del asesinato a mansalva de Marisela Escobedo en la plaza de Chihuahua, junto al mismo palacio de gobierno. Uno más de la larga serie. Su delito era exigir justicia por el crimen de su hija cuyo asesino confeso había sido exonerado en un juicio hace unos meses.

Marisela será, tal y como puede advertirse por el carácter de estos crímenes y el modo de operar de la justicia, un número más entre las asesinadas. Y será así en tanto sigamos sumidos en una pasividad pasmosa como ciudadanos, en un sometimiento de facto por parte de los grupos criminales que asedian al país, por unas autoridades incompetentes, medios de comunicación acomodadizos, y elaboraciones relativistas de los males sociales y económicos que definen a este país. En fin, será así mientras prevalezca un sistema de impunidad rampante.

Buena nueva
Hernández