26 de diciembre de 2010


El PAN:
celebrar ¿qué?

Marco Antonio Campos

Como culminación los panistas han sorprendido a todos echando las campanas a vuelo por sus diez años en el poder. Si repican las campanas porque se han conservado una década en el poder estamos de acuerdo; si celebran logros, en verdad han sido tan pocos, que las luces en la gran noche se ven difícilmente.

Clásicos italianos del Renacimiento, como Maquiavelo y Guicciardini, aconsejaban que quienes pretenden obtener el poder o quieren seguirlo ostentando, deben ocultar las adversidades y amplificar los hechos favorables; depende, diríamos, del tamaño de la mentira, de la falsedad y del engaño. En México, casos paradigmáticos en este aspecto son, en el pasado reciente, ex mandatarios como Echeverría, Salinas (el Gran Simulador), Fox y ahora Calderón. El castillo ficticio lo alzaron tan alto, que a los tres primeros se les cayó estrepitosamente y al último parece que su derrumbe lejos está de terminar. En el curso de los gobiernos de los cuatro, la verdad fue deformada o dicha exactamente al revés; tarde o temprano, por su desproporción o elementalidad, se evidenciaron mentiras y engaños. Como otros presidentes lo hicieron, si Calderón no viera y oyera en los noticieros de Televisa y TV Azteca lo que quiere ver y oír de sí mismo, si la gente de su círculo íntimo y otros que no lo son tanto no hicieran con él lo mismo por interés o fingida lealtad, si no le pusieran en los actos públicos de sus giras un público a modo, si leyera con atención a politólogos independientes y a periodistas críticos, o se corregiría, o se iría a su casa ante lo mal que lo ha hecho, y de paso, el mal que ha hecho.

¡Vaya autolisonja panista! ¡Vaya cinismo novato! “Han sido años fructíferos”, declaró en noviembre Vicente Fox con una frase digna de su vena cómica. Pero ¿acaso celebran los panistas que con Fox y Calderón nunca hemos llegado, ni siquiera en uno de los años de la década, al 5% de crecimiento en el Producto Interno Bruto? ¿O su festejo es porque se llegó a un tope de siete millones de ninis –jóvenes que ni estudian ni trabajan- y los cuales son cebo fácil para la delincuencia común u organizada? ¿O su juerga y algarabía es tal vez porque más de la mitad de los mexicanos, según sus propios números, no tienen ni para la canasta básica? ¿O se autohomenajean porque están seguros de que en los últimos cuatro años han engañado a la ciudadanía diciendo que la inflación ha tenido una media de 3, 4 o 5 % anual, mientras en la calle, a la hora de la compra, el consumidor se da cuenta que ha llegado al 70 u 80%? ¿O su jolgorio fue en grande porque cada año estamos en un lugar más ominoso entre los países más corruptos del orbe? ¿O tal vez el griterío y la algazara se dieron porque funcionarios altos y medianos del gobierno federal y de los gobiernos de los estados, miembros de los Congresos federal y locales, ministros de la Suprema Corte de Justicia y magistrados del Tribunal Superior, consejeros del IFE y del TRIFE, con la complicidad de todos entre sí, ganan escandalosos sueldos y reciben al por mayor bonos, dietas, “estímulos”, “pagos extraordinarios”, mientras que aquellos que difícilmente tienen una ocupación como profesionistas, empleados, obreros y micro y pequeños industriales y comerciantes ven disminuir sus raquíticos sueldos o sus magras ganancias o se ven obligados a cerrar sus negocios? ¿Se darán cuenta los políticos lo que padece la ciudadanía o la ceguera y la sordera les impide ver y oír nada? Si De la Madrid, Salinas, Zedillo y Fox dejaron crecer el narcotráfico o no lo enfrentaron adecuadamente, Calderón no da ni mucho menos mejores cuentas. ¿O creen o suponen los panistas –Calderón a la cabeza– que debemos festejarles todos los mexicanos porque en cuatro años ya hay cerca de 30 mil muertos, con ciudades y pueblos en manos del narco, con buen número de políticos comprados o doblegados y policías a veces tan asesinos y ladrones como los propios delincuentes, que haya grandes franjas del territorio donde los habitantes viven en el terror diario? ¿Es también causa de celebración la muerte de decenas de civiles, lo cual, en un lenguaje eufemístico, llaman “daños colaterales”? “Años fructíferos”, repetiría Fox.

Magnífica, desoladoramente, el sociólogo y economista Jorge Zepeda Patterson resumió buena parte de la tarea de cenizas de Calderón. Luego de hablar de cómo aniquiló la Secretaría de la Función Pública al ponerla a su servicio y no a la desintegración de la corrupción, escribió: “Tampoco ayuda su complicidad frente a los monopolios privados y sindicales, o su pasividad ante el asalto de los partidos en contra de la autonomía del IFE. Y menos aún su proclividad para controlar los comités de competencia autónomos (INEGI, por ejemplo) a través de titulares de su confianza. Y eso por no hablar del endurecimiento de las leyes en contra de la protesta social, en nombre del combate a la inseguridad. En resumen: lejos de estabilizar y profundizar las instituciones y valores democráticos, Calderón ha tratado de quitarle dientes a la sociedad en su relación con el poder. El país que entregará en 2012 no será más democrático que aquel que el PAN recibió en el 2000.”

Por su pequeñez de espíritu y su estrechez de miras, los gobiernos panistas han acabado de hundir lo que empezaron y desarrollaron los priístas desde los sexenios de Díaz Ordaz y Echeverría, lo cual, la gran mayoría de los mexicanos hemos pagado de una u otra manera –a excepción, claro, de una utilitaria oligarquía de empresarios, banqueros y comerciantes, a quienes darles todo no les parece suficiente.