El día de doña Perpetua
Ampliar la imagen Elba Esther Gordillo en imagen reciente Foto: Yazmín Ortega Cortés
La Maestra luce un traje cebra y una madeja de pulseras, entre las que resalta un dije con San Judas Tadeo en el anverso. Elba Esther Gordillo acaba de cruzar la frontera para unirse a los suyos, pero se sugiere amenazada y, para subrayarlo, usa el recurso teatral de las frases a medias: “Tengo que venir aquí como si fuera yo… quién sabe qué… Pero no soy narco, ¿eh? Ni soy ratera, ni atropello con las cantidades de dinero, como algunos. No hay miedo… hay precaución, porque sé lo que significa”.
Es el séptimo día del séptimo mes del séptimo año del siglo XXI. A su espalda, el Pacífico llena de azules la sesión del Consejo Nacional del Sindicato de Trabajadores de la Educación (SNTE).
Dos noches atrás, los dirigentes de su sindicato –“la niña de mis ojos” lo llama– le regalan la extensión de su mandato “por el tiempo que sea necesario”, completando así el círculo de la restauración.
El grupo que tomó por asalto el sindicato magisterial, en septiembre de 1972, cumplirá en dos meses 35 años en el poder. Carlos Jonguitud cubre los primeros 17 y el resto la Maestra, la indispensable al micrófono: “No son los cargos. La presidencia (de la República) ahí está, no era el eje, sino la fuerza política para negociar. Hay quienes sueñan con tener el cargo de… pero yo pregunto, ¿estarán dispuestos a pagar el costo?”
En los meses subsecuentes, sus opositores del SNTE adornarán sus marchas, mítines y reuniones con mantas que la caricaturizan como diabla o víbora, que acompañan la leyenda: “Fuera doña Perpetua del SNTE”.
Un costo menor. Ella ha pagado otros y, en su balance, sale ganando. En el último año, Gordillo, dada por muerta por sus enemigos en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), ha resucitado al punto de colgarse la medalla de haber hecho la diferencia en la elección presidencial más competida de la historia de México. A cambio, es la política con peor imagen del país, debajo incluso del “villano favorito” que la llevó al poder, Carlos Salinas de Gortari.
En los últimos meses de 2006, la Maestra ha colocado también sus piezas en el tablero del nuevo gobierno –ni de lejos su lista original–; ha entrado en una guerra con treguas de faramalla con una parte de sus aliados y ha obtenido el registro de un partido político, para después de la elección federal ofrecerlo a sus amigos o al mejor postor, según su conveniencia, en cada estado.
También ha viajado mucho, como siempre, sin descuidar su bandera en esta guerra, el “proyecto educativo” que quiere imponer a un gobierno titubeante. Y en eso va a consumir los meses venideros, ya declarada dirigente vitalicia. El proyecto educativo del SNTE es la coartada para su relección y su estandarte.
Ahora le toca cuidar a la “niña de mis ojos” y está aquí para ganarse el primer aplauso de la concurrencia: “No es tan fácil, compañeros, perdónenme, pero al sindicato no lo tocan. No sé qué tengamos que hacer, pero no lo tocan”.
Habla Elba Esther de las amenazas reales e inventadas que pesan sobre el gremio o, más bien, sobre el control que ella ejerce en el gremio.
“Un día alguien preguntó si habría disposición para tomar algunas decisiones en la vida y hay un momento en que está la ética de uno, sí, la personal, pero hay otra, ¿eh? La de la supervivencia de un gremio. Hoy estamos ante ese dilema.”
Imposible transcribir con exactitud el hablar atropellado de la Maestra, de hacerlo legible sin los gestos y miradas que acompañan sus frases inconclusas y huérfanas de sintaxis. Pero ellos, sus leales, la entienden, encuentran en cada palabra no pronunciada el destinatario; en cada guiño, la intención verdadera. Y la “supervivencia” del gremio está amarrada al destino de la dirigente vitalicia. Así lo creen, al menos, 312 de los 322 consejeros nacionales del SNTE que consienten la relección “por tiempo indefinido” de su líder, reunidos en un gimnasio escolar, en una sesión sin prensa, secreto el lugar del encuentro.
Durante los dos primeros días, las sesiones se han realizado en el gimnasio de la secundaria federal 158, ubicada en la Mesa de Otay, en Tijuana, donde el SNTE ha desplegado sus mitificadas baterías electorales. Hoy no. Para recibir a la dirigente, en el único día que ella asiste a los trabajos, están en un salón del hotel Grand Baja Resort, frente al mar que ella disfruta del otro lado de la frontera.
En Rosarito, Baja California, falta poco menos de un mes para las elecciones estatales, en las cuales la Maestra enfrenta a uno de sus peores enemigos, el hijo de quien dio nombre a una de las primeras escuelas primarias donde ella trabajó: Jorge Hank Rhon, uno de los pocos que la supera en historias negras.
La Maestra busca colgarse otra medalla y de paso cobrarse las amenazas de muerte que, dicen sus cercanos, le ha hecho el hijo del profesor.
Y lo busca en un año que no comienza mal para su “proyecto político y social”. El 6 de febrero, día de su cumpleaños, es recibida en Los Pinos por el presidente Felipe Calderón para que ella le entregue una invitación.
En mayo, Calderón inaugura en Tonatico, estado de México, el IV Congreso Nacional de Educación y todo pinta de maravilla. “El aplauso al presidente fue de tres minutos, le cayó una ola de afecto”, describe uno de los asesores de Gordillo.
Dos semanas antes de la reunión de Rosarito, Elba Esther va de nuevo a Los Pinos, a presentar las conclusiones del Congreso de Educación y se topa con otro Felipe Calderón. El presidente enumera los puntos de coincidencia con el proyecto sindical, acusa recibo y dice que serán tomados en cuenta igual que las opiniones de muchos otros sectores de la sociedad. Una propuesta más, en resumen.
El panorama se oscurece para la Maestra, pues la aterriza en su mayor preocupación después del 2 de julio de 2006: que Felipe Calderón no sabe qué tipo de relación quiere con ella ni con el sindicato.
Rápidamente, el SNTE se envuelve en la bandera del “proyecto educativo”. Resume Rafael Ochoa Guzmán, secretario ejecutivo del sindicato, en ausencia de la Maestra en Rosarito: “Hay un esfuerzo de casi un año para llegar a construirla (la propuesta educativa). No podemos dejarla al azar, no podemos dejar que se diluya en las manos, que no la quieran incorporar o, peor aún, que la quieran distorsionar o incumplir”.
La Maestra pasa fuera del país su cumpleaños de 2008, el 6 de febrero. Llega a los 65 o los 67 años, según la fecha de su nacimiento que se dé por buena.
Pero regresa a tiempo para que sus amigos la festejen. La fecha elegida es el Día del Amor y la Amistad. Y el ex convento de San Hipólito, la sede.
¿Ansía la Maestra que la cúpula panista deje de verla como la muñeca fea entre sus aliados? ¿Quiere que la consideren, como hace unos años Carlos Salinas o apenas ayer Marta Sahagún, una convidada íntima en Los Pinos? Algo así sugieren las invitaciones repartidas entre sus cercanos:
“No hay mayor placer que el de encontrar un viejo amigo, salvo el de hacer uno nuevo
“Rudyard Kipling.
“Mta. Elba Esther Gordillo. 14 de febrero de 2008”.
Acostumbrada al apapacho presidencial, atado su cacicazgo a su relación con el Presidente, Elba Esther Gordillo no parece necesitar nuevos amigos, sino de uno solo, uno, pero que le haga sentir su amistad. […]
“Por el tiempo que sea necesario”
Su hermano es gobernador: el coahuilense Carlos Moreira deja los últimos días de diciembre de 2007 la secretaría general de la sección 5 del SNTE. Pocas horas después lo eligen secretario general de otra sección en el mismo estado, la 38. Feliz, declara que siempre quiso encabezar la segunda porque ahí es donde su familia, llena de maestros, ha hecho su carrera sindical.
La prensa local le pregunta por qué, si poco antes decía que no le interesaba: “Lo que pasa es que ustedes plantearon mal la pregunta. Me preguntaron si en ese momento aspiraba a la sección 38 y en ese momento yo no quería, pero hoy sí”, dice, para en seguida anunciar su deseo de buscar, dentro de cuatro años, la dirección nacional del SNTE.
Es el mismo profesor Carlos Moreira quien tiene el honor, unos meses antes, de ser el primer orador que propone que Elba Esther Gordillo siga siendo presidenta del SNTE sin límite de tiempo.
El tema no está en el orden del día. Nada le hace. Es el asunto principal de la vigésimo tercera sesión extraordinaria del Consejo Nacional del SNTE, que arranca el 5 de julio de 2007, en Tijuana.
Escuchan los consejeros a Moreira, luego de que el publicista Juan Kuri presenta los espots de la campaña para pregonar los acuerdos del Congreso Nacional de Educación del SNTE.
Moreira y quienes le siguen en el micrófono, dirigentes estatales y miembros del Comité Ejecutivo Nacional, argumentan más o menos lo mismo: el proyecto educativo del SNTE y la permanencia de la Maestra son inseparables.
“Es el personaje más importante en el sindicalismo de nuestro país”, dice Moreira. Ella y nadie más, porque “la secretaria (Josefina Vázquez Mota) ha demostrado que no tiene sensibilidad, ni compromiso con la educación, es más, ni tenía ganas de ser titular del ramo”.
Una calca, una guión aprendido, son las demás intervenciones, todas a favor: “Por el tiempo que sea necesario”, “por tiempo indefinido”. Un dirigente calvo y gordo enumera los logros del SNTE bajo la conducción de Gordillo: “Fuimos capaces de crear un partido político”, presume. Y sigue: “¿Cómo salvaguardar todo lo que se ha hecho? ¿Cómo evitar que se ponga en riesgo? Hay una amenaza, y está clara cuando se culpa al maestro como el único responsable de la mala calidad de la edu- cación. Se trata de ponernos en mal para después dar paso a la privatización de la educación”.
Ochoa deja en la ambigüedad, a propósito, si se trata de una prórroga de mandato “por tiempo indefinido” o un “periodo adicional”, pero igual abre paso a la votación: “La coincidencia en todos los oradores es la condición de plantear la prórroga del mandato de la presidenta nacional de este comité ejecutivo, la maestra Elba Esther Gordillo, y de su servidor; he escuchado el planteamiento reiterado que señala por tiempo indefinido, quisiera pedirles su anuencia para que votando este asunto, pudiéramos el día de mañana todavía discutir este término, si es lo mejor plantearlo como de manera indefinida o periodo adicional… para que no hubiera interpretaciones también… pero podríamos discutirlo el día de mañana, solamente la cuestión del término”.
Los consejeros votan la imprecisa propuesta porque saben lo que votan, claro: Elba Esther Gordillo ha de ser presidenta del SNTE hasta que ella disponga.
La aprobación es unánime.
Los diarios nacionales monitorean la reunión desde Tijuana o la ciudad de México, impedidos sus enviados para entrar al consejo, pero igual informan sobre la decisión de la cúpula magisterial de tener dirigente vitalicia.
En los años previos el grupo elbista ha modificado los documentos básicos del sindicato para dar manga ancha a la presidenta.
Así, los estatutos vigentes quitan al congreso nacional la exclusividad de elegir a los dirigentes nacionales. Y definen que se pueden elegir en un consejo “cuando existan circunstancias especiales”.
“No soy un monstruo”
La Maestra sigue y sigue en Rosarito, echando porras al Partido Nueva Alianza, hablando de sus amigos en otras fuerzas políticas, de las etiquetas que le cuelgan, de los insultos callejeros que la persiguen; largas sus intervenciones, que a eso han venido, a escucharla: “Con todo respeto, no estoy ofendida yo: ya más no se puede, ya todos los adjetivos están. Yo no tengo problemas con el PRD o algunas corrientes del PRD porque vayan a sacar un libro donde dicen que soy el monstruo; no, yo no soy monstruo. No tengo problemas con el PAN, pero no soy panista, ¡no lo he sido ni lo seré nunca! Soy una liberal, yo soy maestra. Y del SNTE. No tengo broncas con el PRI, de él surgí y tuve muchas cosas buenas, pero no estoy con la camarilla corrupta y delincuente que está en su conducción. Y pago el costo”.
Tiene razón. No es un monstruo. Es Elba Esther Gordillo, aunque no siempre tuvo ese nombre.
Versión condensada del capítulo inicial de Doña Perpetua. El poder y la opulencia de Elba Esther Gordillo, de Arturo Cano y Alberto Aguirre, Editorial Grijalbo, de inminente aparición.