9 de septiembre de 2008

SOBRE L AS TRADICIONES Y CULTURA ANCESTRAL DE NUESTRO MUNICIPIO:

La celebración es un sincretismo religioso que fusiona el pasado y el presente


• Como cada 8 de septiembre, miles de poblanos y de visitantes de otras partes del país y del mundo acuden a la cúspide de la pirámide para venerar a la virgen

En el atrio del templo

La señora de los Remedios y el dios Tláloc, festejados en Cholula


Yadira Llaven

Esta vez no fue la excepción. Miles de poblanos y visitantes de otras partes del país acudieron como cada año a la cúspide de la pirámide de Cholula, que alberga el nicho de la señora de los Remedios, “para venerarla y pedirle resistencia ante tanta calamidad”, expresa doña Rigoberta, de Tlaxcalancingo, que asiste “cada vez que se puede”, desde Nueva York, donde vive desde hace dos décadas.

Así como ella, “hay mucho paisano que viene en este tiempo, porque sabe que el 8 de septiembre es la fiesta grande, y porque les ha librado ya varios milagritos”, comenta envuelta en un chal, pese al inmenso calor de un mediodía que había dejado atrás el chipi chipi de la mañana, esta lloviznita pertinaz que en otras partes llaman “mojapendejos” (no aquí, podría explicar Manuel Payno, porque en Puebla no hay pendejos).

La romería de los devotos inició a temprana hora “para ocupar el mejor lugar” del Nachihualtépetl (cerro hecho a mano), y el corrido se alargó hasta las primeras calles de Cholula, sitiada por una inmensidad de autos, camionetas y autobuses, confirmando que esta tradición ancestral sigue vigente. En el peregrinaje a la cúspide del cerro se pudo ver de todo: niños, mujeres, ancianos que con esfuerzos sobrehumanos subieron la cuesta en andadera, músicos, mueganeros (oficio en peligro de desaparecer en la ciudad de Puebla), globeros, artesanos, coheteros, los mayordomos salientes y los entrantes, las señoras que preparan la comida para los miles de visitantes, alguno que otro extranjero y una nube de danzantes prehispánicos, que bailaron al ritmo de los tambores en el atrio de la iglesia, provenientes de Cuautla, Guadalajara, el Distrito Federal, Toluca, Atlixco y, por supuesto, de la ciudad sagrada.

Entre el gentío, una pareja, a la que delató el acento argentino, se comenta lo extraño que resultan los danzantes rindiendo culto a una imagen españolizada; mientras que la mujer explicó: “cómo decís eso, si los que danzan no vienen por la virgen sino por Tláloc”. Yciertamente, este sincretismo que fusiona la adoración a la señora de los Remedios se vincula con la adoración a la deidad de Chiconahui Quiahuitl, señor de las nuevas aguas. De ello, aclara Lupita Tonantzin, integrante de la agrupación de concheros “Cuatlicue”, que la adoración también es a Mayahuetl, señora de las medicinas.

Después de la misa, la repartición de la comida y el cambio de mando, en los mayordomos, las tres bandas musicales, entre ellas la de los Hermanos Toxcle, interpretaron danzones, boleros, huapangos y huarachas, en lo que el resto de la masa comía, reposaba y esperaba con ansias la quema de los “panzones”, que estuvieron dedicados a Pedrín “El talachas” y a Josafat Ramírez, también hubo un par de toritos, unas flores giratorias, una señora moliendo en su metate y un músico.

Y aunque la lluvia sentenciaba a cada instante que caería a cántaros, no perecía el festejo. “Es parte de las bendiciones. Que llueva no significa que nos vayamos, si todos saben que cada santo de la virgencita cae harta agua… nadie le hace caso, también así los quieren los ídolos”