¿Derecha progresista, izquierda retrógrada?
El oscurantismo es, entre otras cosas, el engaño sistemático en la interpretación de lo que piensan o proponen los contrarios y se presenta como lo opuesto de lo que ellos son o sugieren. Hoy la moda es, de nuevo, exhibir a la izquierda mexicana como retrógrada y a la derecha como la más progresista, la que quiere el bien del país y su desarrollo, como dice Juan Camilo Mouriño.
Hace dos semanas, Enrique Krauze publicó un artículo en el que desliza la siguiente tesis: los conservadores del siglo XIX mexicano eran proteccionistas; los liberales estaban por la libertad de comercio y la apertura al extranjero; luego los revolucionarios se hicieron proteccionistas y, hoy, la izquierda, de nuevo, se presenta como proteccionista. Recuerdo que, en los años cincuenta y sesenta, nuestros grandes historiadores llegaron a sugerir que, muchas veces, los conservadores tenían propuestas más avanzadas que los liberales en materia de desarrollo económico.
Sin afirmarlo, pero sugiriéndolo, Krauze siente que su derecha “liberal” es heredera de los liberales mexicanos del siglo XIX. No nos ha dicho qué piensa del voto particular de Ponciano Arriaga en el Constituyente de 1856-1857, sobre la cuestión de la tierra, que hizo que don Jesús Reyes Heroles (el grande) bautizara aquel movimiento de ideas como liberalismo social.
Krauze y Mouriño se ostentan como progresistas. Pero, ¿en qué consiste su progresismo? Piensan como los ideólogos del porfirismo: puesto que en México no hay suficiente capital, hay que traerlo de afuera. Los retrógrados revolucionarios mexicanos pensaban lo mismo, sólo que eso, según ellos, se debía hacer bajo reglas que evitaran se pusiera en peligro la soberanía de la nación. Para Krauze y Mouriño, como para sus congéneres del pasado, hay que traerlo y ya, sin restricciones estúpidas que lo puedan asustar, porque, entonces, volaría el pájaro.
Nunca hablan de las reglas y condiciones que se deben plantear a la iniciativa privada para que explote nuestras riquezas nacionales ni, mucho menos, se refieren a exigencias puramente técnicas que es indispensable pensar con cordura y con sentido común. Adrián Lajous nos entregó, hace dos sábados, un excelente ensayo sobre el petróleo en el que, sin adoptar posición ideológica ninguna, sólo nos ilustra sobre el hecho, técnicamente fundado, de que explorar, por ahora, en aguas muy profundas requiere de medios que no existen y, luego, iniciar su explotación, igualmente sin esos medios, sería una locura. Adrián se pregunta qué empresa privada (nacional o extranjera) se echaría el compromiso de llevar a cabo esas tareas haciéndose cargo de los riesgos que ello comporta.
Para nuestros derechistas mexicanos, López Obrador y la izquierda mexicana son retrógrados sólo porque defienden los principios constitucionales en los que se inscribe el deber de defender la soberanía de la nación, pero nos dicen que no quieren reformar la Constitución (sólo quieren anularla mediante leyes secundarias que violan su letra y su espíritu). Es típico de la derecha reaccionaria y pro imperialista nunca hablar de soberanía nacional. Ese no es su tema. Su tema es más bien el entreguismo sin barreras de los bienes comunes de los mexicanos a la iniciativa privada y, si ésta es extranjera y, en especial, española y franquista, cándidamente nos preguntan, “pero, ¿eso qué tiene de malo?” Una cuestión que tampoco la izquierda ha sido muy apta para rebatir.
Para esos derechistas no tiene ningún significado el que casi toda la banca privada esté en manos de extranjeros, ni les inquieta mínimamente el volumen de sus ganancias colosales con las que nos están sangrando. El grupo City Corp tiene en Banamex su única sucursal productiva en el mundo y los españoles ganan más con su banca aquí que en España. No les importa que todas las ramas importantes de nuestra economía estén en manos de compañías extranjeras. Hace tiempo nos pusieron de ejemplo a Corea del Sur. Ahora el gran ejemplo es Brasil. Deberían referirse a lo que esos países hicieron y hacen para preservar su independencia.
Es de reiterarse que la izquierda no está pidiendo, nunca lo ha pedido, que se expropie a ningún privado, aunque a algunos de ellos, como las grandes compañías de telecomunicaciones, se les podría hacer eso con la mano en la cintura si se respetaran y se aplicaran los principios constitucionales que, entre otras cosas, prohíben los monopolios. Pero, además, ¿cuándo, los derechistas nos han tratado con seriedad el problema de la pobreza? Como lo postulaban sus antecesores porfirianos, eso ya se verá después. Con el resultado de que ya no hay en su ideario una propiedad responsable de su función social, como lo marcan nuestra Carta Magna, su legislación civil y lo sostuvieron, muy firmemente, los principios de doctrina del PAN de 1939.
Frente a esta derecha depredadora, franquista y pro yanqui, sólo la izquierda se opone. Ella está haciendo conciencia en el pueblo empobrecido para que luche por su nación y contra los ladrones que la están saqueando. Habría que imaginar un México de hoy sin esa izquierda y sin su líder, tan sólo con el PAN y con el PRI en el poder. Eso es lo que éstos sueñan. Para la derecha, su máxima es el saqueo indiscriminado de todo el que se deje; para la izquierda, se trata de defender del saqueo lo que es nuestro, de enfrentar a sus enemigos (porque son eso) y poner en claro que aquí hay una fuerza que está empeñada en impedirlo.
PS. A mi artículo del domingo pasado le puse por título “El sentido de la democracia”. Todavía no sé qué quiere decir el que pusieron mis editores, “Reconocer y oponerse”, que, además, no guarda relación alguna con lo que allí escribí.