Siete
Uno. El desenlace, esperemos que provisional, que tuvo la negociación en torno a la reforma electoral y más específicamente la composición de su cuerpo directivo; es el mejor diagnóstico del estado de salud de la clase política. Carece de rumbo y su visión política está alejada de cualquier consideración ética. Guiados por intereses del más corto plazo, atrapados en la dinámica de los conflictos de las pequeñas tribus que pueblan su archipiélago, han perdido contacto y sensibilidad con los profundos movimientos y reacomodos que ocurren en la sociedad mexicana. Entretenidos traicionándose unos a otras, bloqueando cualquier iniciativa de sus contrincantes –que son casi todas dentro y fuera de sus partidos. Tienen tiempo para despojar a las instituciones de su poder constituyente en aras de las coaliciones transversales que se conforman tan instantáneamente como se disuelven. También para pactar nuevos privilegios para ellas y sus seguidores. Sufren el situs inversus de nuestra política.
Dos. Tabasco muestra la miseria de las políticas públicas. Los desastres naturales se presentan cada vez más como producto de la labor depredadora del ser humano y como la consecuencia de la criminal imprevisión de las clases dirigentes. Cada cierto tiempo se presentan desastres naturales con mayor intensidad en los mismos lugares. Aparentemente no aprendemos las lecciones de la depredación de los recursos naturales como bosques, selvas, suelo y agua. La industria de los desastres que alimentan fraccionadores, funcionarios públicos y banqueros, empuja a atender solo los síntomas de los desastres cada dos o tres o cuatro años que vuelven a presentarse con macabra puntualidad. Es una insensatez seguir construyendo donde la tragedia está garantizada.
Tres. El magro crecimiento económico de estos últimos años contrasta con el dinamismo de varias de las economías sudamericanas. La tendencia de las últimas décadas es al estancamiento. Se expresa en pocos empleos formales, creciente informalidad en mercados laborales segmentados, deterioro de la infraestructura física y tecnológica, pérdida de competitividad, deterioro en la calidad de la educación. Aunque ha habido reducción en los números absolutos y relativos de la pobreza extrema, la desigualdad persiste y se amplía de manera espectacular. También es tristemente cierto que el éxito político de los programas de transferencias condicionadas obstruye el éxito social, es decir una más amplia y estructural reducción de la pobreza. El más perverso incentivo al clientelismo político y a la manipulación son estos programas. Las listas de beneficiarios han sido usadas por todos los partidos para diseñar su ingeniería electoral.
Cuatro. Desde el poder ejecutivo no existe una estrategia de formación de coaliciones políticas. Lo central de un régimen presidencial es su capacidad para articular consensos, acuerdos y sobretodo, coaliciones de gran calado. Lo que existe en su lugar es la renuncia implícita a la esencia de un régimen presidencialista sin que exista en su lugar ni régimen parlamentario ni coalición política capaz de operar esa transformación complicada y discutible en términos de que mejore la calidad de nuestra democracia. Tampoco existen vacíos políticos. Se rellenan de una u otra forma. Generalmente al margen de reglas explícitas institucionalizadas en códigos y en normas sociales. Poderes fácticos paralelos o al margen, como corrientes y con peso propio y redes de poder político. Incluso insertas en el marco de partidos políticos débiles institucionalmente y enfrentando reglas severas de competencia. Aquí está el contexto para una restauración conservadora.
Cinco. El campo está que arde. Es necesario escuchar la diversidad de sus voces, sentir los reacomodos en su subsuelo, captar sus cambios de humores. Pocas veces se atina a entender esto. Los efectos del TLC ya se dieron. Cierto, desde que en los ochentas se usó la apertura comercial como mecanismo anti-inflacionario. También los impactos de la crisis económica de 1994. El masivo despoblamiento del campo por la migración, hasta el tontamente celebrado crecimiento de las remesas son los síntomas de la derrota de las políticas públicas rurales. No es un problema de mayor presupuesto al campo aunque se necesitan más recursos para infraestructura y tecnologías adaptadas a la agricultura campesina. Se requieren ciertamente subsidios pero no concentrados como ahora en los grandes productores del Noroeste. Se necesita proteger los alimentos básicos producidos por los pequeños productores para garantizar el consumo de más de la mitad de la población mexicana pobre. Se requiere sobretodo desmantelar el autoritarismo que permea al campo, a las instituciones que tienen que ver con el campo y a las organizaciones que dicen representar a los campesinos. Queda poco tiempo.
Seis. La izquierda está constituida por un amplio y abigarrado conjunto de partidos, grupos, tendencias, movimientos y sensibilidades. A veces parecen mayores las discrepancias y las confrontaciones entre la izquierda que entre ésta y la derecha. En cada momento de la larga transición a la democracia la derecha ha elegido a su “izquierda mimada”, su “izquierda moderna” y a su “ogro”. Cárdenas, el EZLN, Marcos, AMLO. La izquierda también ha elegido santos y monstruos. Seguiremos teniendo discrepancias y muchas. También displicencias personales. Deseos de venganza y mezquindades. Pero no es posible que no nos demos cuenta que el país se encamina a un despeñadero y que se requiere de una izquierda unificada alrededor de un programa mínimo y de formas de acción política acordadas. Se requiere de una reforma moral de las izquierdas. Apostar al derrumbamiento del sistema político es también apostar a la derrota de toda la izquierda. Se necesita claridad conceptual, visión estratégica pero sobretodo generosidad.
Siete. La creciente política de hostigamiento y agresión hacia las comunidades zapatistas en Chiapas no admite ni titubeos ni cálculos mezquinos. Ninguna discrepancia política que se tenga con el EZLN, con el subcomandante Marcos y con sus dirigencia indígenas justifica el silencio. Es necesario protestar contra esas agresiones y exigir el cumplimiento de los acuerdos de San Andrés. Es lo menos que se puede hacer a favor de quienes han aportado al país una revalorización de sus raíces y su destino futuro.